lunes, 16 de agosto de 2010

Comienzo en estos días, con todos los otoños que me preceden, a sentir que comienzo a recorrer un mundo que no es el mío, pero que tampoco me es ajeno. Yo quería conquistar grandes montañas, muy rápidamente, cuando no levantaba dos palmos del suelo. Poco a poco, he ido aprendiendo, que las más grandes y complicadas montañas sólo se suben de un modo: poniendo un pie después del otro, de manera incesante. Qué me importa ahora el camino, o los kilómetros, o las horas. De repente, estoy andando y se me abre todo un mundo a mis ojos, a mis sentidos.

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