miércoles, 10 de marzo de 2010


Todo, de repente, es nada, y le da la razón a aquellos escépticos que veían las cosas tan sencillas como la hoja de una planta. Enredando sus raíces en la tierra escarbada como mis dedos en tu pelo desapareció, no sé por cuánto ni siquiera si volverá. En cada segundo marca su regreso como una alegoría, como un secreto a voces. Se desliza entre mi tráquea y se despide seriamente, pasa el tren y somos otros, se despide como si nunca más. La almohada se abraza desesperadamente al abismo de las sábanas vacías, sin arrugar cuando el sol entra por la persiana entreabierta y con algo de polvo. Todo, de repente, es nada. Y todos sabemos que ese proceso, al contrario que viceversa, es irreversible. Despierto. La misma almohada, la misma persiana, las mismas sábanas vacías.

No hay comentarios:

Publicar un comentario