
Estoy IMBUIDA por un texto de Jean Marie Schaeffer, el primer capítulo de su libro Adiós a la estética. Empecé bastante enfadada con él, pero nos vamos recoinciliando poco a poco. Preguntarme acerca del arte es uno de mis pasatiempos preferidos. Y hacerlo en compañía, mucho mejor. Aunque ahora sólo me acompañe un triste papel subrayado.


Me acabo de sentir como la protagonista de la novela La elegancia del erizo (la cual no comprendo cómo ha llegado a best-seller... o bueno, tal y como están las cosas, parece lógico que lleve a best-seller un libro bastantante bastante regular) que veía una falta de ortografía y casi que le daba un soponcio, como dice aquel. Y es que estaba leyendo un blog y vi que estaba escrito "maraBilla". Casi se me caen los ojos. He pensado mucho en la importancia de escribir bien. En realidad no es más que una creación de un contexto concretísimo (y aunque suene descabellado, no creo que sea demasiado exagerado decir que muy poco democrático), que hace que palabras mal escritas nos rechinen. Algo hay que hacer para que al menos haya un mínimo de comprensión gramatical. Algunos saben que mi fuerte no es la filosofía del lenguaje (de momento), aunque he de decir públicamente que considérola harto importante. Remitiéndome al inicio de este post, es pertinente señalar la importancia de la filosofía del lenguaje para la formulación de la pregunta por el arte. En tanto que se problematiza a través de una pulsión entre los sujetos (simbólicos) y la carga simbólico-cognitiva de las obras de arte, quedando referida a una convergencia epistemológica, ontológica y estética. Por lo tanto, no es baladí la búsqueda de la explicación de los significados, y concretamente, éstos en el arte, si ello es posible. Ciertamente, huyo de las explicaciones positivistas y miro con distancia las corrientes analíticas, pero es cierto que muchos de sus aspectos son recuperables. Al menos, su exposición de objetivos termina siendo mínimamente coherente con el desarrollo de las tesis posteriores. O al menos, más coherentes que las corrientes pragmáticas, que terminan pecando de un falso progresismo, y una "insustancialidad" (no en un sentido esencialista, sino en el hecho más intuitivo... que no tienen demasiado jugo, vaya), pues pasan de crítica a la especulación, precisamente a través de ésta. Estoy generalizando indebidamente, lo sé. Pero últimamente he tenido ocasión de leer mucho sobre reflexiones estéticas y sobre filosofía del arte, y muchas veces me parece que los autores desconocen profundamente las obras de arte, porque aunque ciertamente citen a muchos artistas y sus respectivas obras, lo insulso de su análisis me resulta casi ofensivo. Ciertamente, existen otros (muchos) autores que me han dado muchas claves para ir elaborando una respuesta, o un acercamiento a una posible respuesta. Ah, grande Adorno.

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