sábado, 25 de febrero de 2012


ODA A GUSTAV MAHLER
por
Luis Gastón Soublette
Yo quiero buscarte entre los pliegues más secretos
de tu religión sonora,
aHí donde no llegara ningún diapasón viviente
sino tan sólo el chino pobre y sonriente
el taoísta inmortal con su flauta de jade
y su canción de la tierra.
Yo me pregunto:
¿sabrán acaso los músicos
o las butacas atentas de este siglo,
cuál es el dios de tus oboes
y el ala azul de tus clarinetes
y el sol de oro de tus trompas congregadas
en el rojo mar de los violines?
¿Habrán gustado la melancólica caña de tus violas
habrán visto a tu cisne con sordina
y al meteoro ovalado de tus trompetas?
¿Conocerán acaso ese bosque
de plumas, de metales y de sombras
en que nacieron las aves tutelares de tu orquesta?
Por el agua milagrosa de tu nombre,
Orfeo caminante de los parques imperiales,
yo te invito a los pies de la más callada esfinge,
donde no sabrías ocultarme tu rostro
para interrogarte al fin ¿quién eres?
¿Qué cautiva divinidad se debate amordazada
en las voces subterráneas
de tu inmensa partitura?
Yo quisiera sacar una a una
las estrellas de tu zodíaco cantante
y decir por ejemplo: los amigos están en el lago
y conversan en su isla de porcelana;
los amigos se sumergen
en el reflejo infinito de las nubes.
D decir también: el firmamento será siempre azul,
mas yo me ahogaré en la roja laguna de mi copa.
D también decir: duérmete, duérmete mi niño
duérmete en la luna fría
raptado por el viento al Himalaya.
y luego despertar en el arpa desgarrada
de David acosado por los cellos
en el foso de los teatros,
o en el dorado coche de un scherzo
pasear todo el juego y el ensueño
de los niños alemanes,
o morir en la leyenda tan hermosa
de las lámparas de Viena.
Señor de los salmos y del vals,
yo ya sé que hay amigos inmortales
y retornos verdaderos
al abrazo de los montes.
Cuando tú saliste de tu tumba
para ser el Macabeo invencible
de los desiertos nublados,
yo te supe prendido en la maraña
de los jóvenes presentimientos.
Aún no caían sobre este valle
los alfanges relucientes de tu amanecer.
Pero yo me pregunto ¿puede morir un Zaratustra
sin que la tierra toda se sacuda
al recibir su estatua endurecida?
y aquí estás ahora, porque tú vuelves
para este último día de ciudad amortajada,
como aquellos que se marchan solitarios
llevando en su corona
todas las espinas del mundo
para volver con un roclo de estrellas
sobre su frente rechazada.
Tú bien sabes, Dionisio de las mil sinfonías,
que la pobre satisfacción humana
escupe siempre su mísero escrutinio
al rostro de los leones de negra cabellera,
para caer después de bruces
contra el pie de sus torres consagradas.
¿Y qué dirá el mundo de tus obras,
cómo mirarán la arquitectura de tu noble perfil,
tus ríos elegidos, tus niños
la escritura toda de tu alma, que entregastes
en la extremaunción de tu imperio?
Porque tú fuistes el que vio
las sangrientas estrellas del adiós,
que arrebatarían al mar de los tiempos
su última Venecia rezagada.
Porque tú fuistes el Jeremías,
el solo, el inmenso,
el anunciador del otoño inevitable,
hermoso como un dios muerto de amor.
Con un temblor de selvas
invadidas por centauros
te llevabas a la boca
la última ternura de las uvas,
y tu mano despedía a la más hermosa espiga,
aquella que recoge para sí sola
la muchacha desnuda del crepúsculo.
Y así preparabas un llanto
de montafias condenadas
a pagar con su misterio
el cataclismo de todos los jardines
pisoteados para siempre.
Oh belleza incomprensible
de la caída humana.
Oh hambre más rico
que la hartura estrellada de los cielos.
Oh desierto insaciable de Caín el extranjero.
Tú eras uno de esos Gustav Mahler
como lo era el amarillo vagabundo
de la luna enamorada.
Tú eras de esa raza perseguida,
misterioso volcán moribundo,
y tuvistes que quemar en sinfonías
las manos de tu amor rapaz
capaz de arañar todos los rostros
y todos los mares helados de los hombres.
Pero ¿quién conoce tus más puros caracteres
y el poder de tus más tiernos filamentos?
Porque, cuando se detienen tus castillos
canta la brisa
de la más preciosa ventana,
la más humilde y cristalina
como el ojo de una niña
que llora por la nada
y derriba sin saberlo
los astros más lejanos
con el eco de su fragilidad infinita.
Zulamita perdida entre caimanes,
siempre se escuchará la pregunta
que desfallece en tu viola demacrada.
Mas, todo acaba en sombras,
negros patagiones cierran la corola inconfesada
y a la pradera obscura
no volverá jamás un ángel.

Obwohl du nicht das weisst, ich so viel dir verdank.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es ist eine grosse Schade, dass du nie weisst wo die Warheit liegt. Du wohnst die Irrtum wo die Nord nicht ist, wo die Kindheit nicht mehr verspreche. So das Leben nicht lebt und
kein Liebe dir liebt.
(Gedicht zu Alma)

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