viernes, 6 de mayo de 2011

Sobre olores.

Esta tarde, en el ensayo de orquesta, para darle vidilla al asunto, decidí cambiar mi violín con el de una compañera. Me dijo algo raro y conmovedor: "Tu violín huele a ti". Yo había pensado lo mismo al coger el suyo (es decir, que su violín olía a ella), pero descarté tal pensamiento porque no me parecía normal que la madera recogiera los olores. Pero sí, lo hace. Además, los atrapa de una manera muy curiosa, porque se mezcla el olor de cada cual con el barniz, la resina, el tacto, el sudor. Me dio a probar mi olor en mi violín y, contra todo pronóstico, me seguía oliendo a madera. El suyo sí me olía a ella, pero el mío no me contaba nada. De repente empecé a pensar en el olor de los muebles de las casas. Pensé en la teoría -poco contrastada- de que nos enamoramos de las personas por el olor que desprenden. Esa teoría es un poco dura de asumir, ya que... ¿qué es enamorarse? Pero ese es otro asunto. Quizá quiero algunas casas más que otras porque han decidido atrapar los olores que más me gustan. Mi casa, mi pequeño pisito de esta querida y odiada a partes iguales ciudad, huele a mi madre, a cuando se me quemaron las croquetas y casi prendo fuego a la cocina, a mi hermano al salir de la ducha, que tiene una capacidad increíble para oler a limpio; a todos los que han pasado por aquí tantas veces, los cojines huelen a nuestros ratos echando la siesta (menos mal que nos guardan algunos secretos), a las velas de olor a vainilla, a las plantas y los "genarios", a las comidas riquísimas (si están como huelen) de la vecina, a los bizcochones, a raclette -que es algo tan nuestro-, a las risas y las lágrimas, a libros, a vinilos llenos de años, a mis violines sin tocar, a todo lo que aún no fue.
La otra, aquella donde siempre quiero volver, huele a Romea, a arroz con leche de la abuelita, a las cartas del abuelo y a su madera tallada de mil formas, a libro viejo (de final del XIX!), a madera muy pisada, con muchas historias, a techo verde y esfuerzo de mi madre, a los limones de mi tía y los tomates de mi otra tía, al extabaco de mi tío y de mi abuelo, a muchas historias, al carro de caballos que hizo a mi familia, a las vacas que pacían donde ahora recibimos a las visitas, el olor de ellos adolescentes y bebés, los perros y sobre todo las perras, a todos los amigos, a las hortensias, a la cama negra, al espejo rajado, al piano viejo, al acordeón checo de finales de los ochenta, a los acrílicos de mi tío, a los coches desguazados, a hierba cortada.
¿Qué contaría mi violín si hablara? ¿qué diría de ese olor mío que yo no puedo oler? He estado tanto tiempo en contacto con una madera que ahora no tiene pérdida. Ya, oficialmente, es mi violín. Es que coincide que hoy un compañero de clase me dejó un violín de su abuelo. Se trata de un violín muy antiguo, suizo. Ahora entiendo porqué no terminaba de hacerme a él: no huele a nada. Sin olor no tiene historia para mí. Ha heredado el olor de ese viejo estuche roído en que me lo dejó. Y no puede oler a mí. Mi olor es ya de otro.

Liebeslied, de Rainer Maria Rilke.
Wie soll ich meine Seele halten, daß
sie nicht an deine rührt
? Wie soll ich sie
hinheben über dich zu andern Dingen?
Ach gerne möcht ich sie bei irgendwas
Verlorenem im Dunkel unterbringen
an einer fremden stillen Stelle, die
nicht weiterschwingt,wenn deineTiefen schwingen.
Doch alles, was uns anrührt, dich und mich,
nimmt uns zusammen wie ein Bogenstrich,
der aus zwei Saiten eine Stimme zieht.
Auf welches Instrument sind wir gespannt?

Und welcher Spieler hat uns in der Hand?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Usted huele spezial

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