De pronto el mundo parece borroso. Estoy en la biblioteca, con los grandes ventanales que muestran un campus con sus jardines vacíos. Llueve, llueve mucho, en diagonal, como llovía en los coches de mi infancia y yo jugaba con mi hermano a ver qué gota llegaba antes a tocar la junta plástica de la ventana. Estoy rodeada de libros, pero nada de lo que me cuentan me sirve de nada, no me cuentan nada del mundo. Quizá es porque suena una versión de Chet Baker de These foolish things, pero de pronto todo me parece un poco más triste. El mundo se ha olvidado de vivir.
lunes, 14 de marzo de 2011
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