miércoles, 10 de noviembre de 2010

Totentanz


Sangran mis dedos entre las cuerdas
de acero y tripa.
Las heridas las lame un buitre,
la saliva resbala y cae por las yemas
encharcando la sale de baile de espectros
y cadáveres
que frotan sus huesos con brío
es horrible el graznido del buitre
al son de las juntas de las vértebras
Sangro y sangro
rasgo las cuerdas
con un arco de cabello despellejado
de ratas, conejos y monos.
Visto una careta de sombras,
alguien vomita un niño:
nace muerto. Ríe sin dientes.
Alguien hurga en mi herida
e imploro que se detenga.
Llega a mis tripas y
devora mi alimento.
Chillo y fenezco.
Mis dedos, inmortales,
siguen tocando el requiem de todos nosotros.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El poema está bien, pero jo, imploro de vuestra merced algo lleno de vida, de sonrisas y de alientos cítricos. Toque usted con Grapelli (y no un requien) y en vez de buitres, rodéese de papagayos y confetis, y dele al poema el aroma de cachorro recién nacido que huele a leche materna. Deje esas imágenes para exlibris que darán un toque friki a sus (?) libros.

AsDePiqas dijo...

MMmmmmmmmmmmmm.... Potaje del camposanto

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