lunes, 7 de diciembre de 2009

Mi tío Ernesto



A mi tío abuelo Ernesto, un referente para mí, y para muchos otros, le ha sido concedida la Medalla de Oro al Mérito del trabajo. Creo que es un buen momento para hablar de él. El texto que sigue lo escribí para el concurso Tienes una historia que contar, que convocó en 2008 la Caixa Cataluña

LA UNIVERSIDAD DE LA VIDA
Ernesto Bustio nació en 1937, en Güemes (Cantabria); “me echaron afuera las balas. Me metieron dinamita en el cuerpo”, me dice sonriendo. Estudió latín y filosofía, y posteriormente, teología en el seminario. En 1958 comienza a realizar numerosos viajes, en los que trabaja de obrero y busca alternativas, como el autostop, para moverse por toda España y Francia, donde inicia el contacto con otra realidad social; la de aquellos que huyen o para los que comer es algo extraordinario.

Su proyecto comienza a tomar forma tras su experiencia en el barrio santanderino de San Francisco, donde trabaja como cura-obrero en la década de los 70. Su verdadera función fue la de dinamizador ciudadano, promovía diferentes luchas sociales que trataban de reivindicar la igualdad en ámbitos de sanidad, escolaridad y urbanismo. Tras la silenciosa respuesta de los organismos gubernamentales, la unión y la organización de los vecinos fue la alternativa, desarrollando diferentes actividades, como la ocupación de locales que servían como escuelas, bibliotecas, talleres de carpintería y soldadura, etc.

Como fruto de toda esta lucha, se plantea un viaje a través del que abrir las fronteras del conocimiento, siendo la sabiduría del pueblo la llave; lo llama la “Universidad de la vida”, que se basa según él en tres asignaturas: el contacto con otras personas y el intercambio con otras culturas; el trabajo físico, y la captación de imágenes. El presupuesto era verdaderamente escaso, como transporte, un Land Rover antiguo, que han ayudado a preparar vecinos del barrio San Francisco. Lo único imprescindible: buena salud y buena moral.

En el inicio de este viaje, acompañan a Ernesto tres vecinos del barrio. Corre el año 1979, es abril; el recorrido comienza en Santander, y siguiendo por el sur de Francia hacia Italia y Sicilia, llegando a Túnez, Argelia, el desierto del Sáhara, Mali y Senegal, donde pasan en barco –Land Rover incluido- hasta Puerto Rico. Desde Senegal hasta Guinea trabajan durante cuatro meses en un barco en situación de semi-esclavitud con negros sometidos por mandos blancos. El aprendizaje fundamentalmente se basaba en el conocimiento de los diferentes sistemas de vida, y la necesidad de relativizar la vida acomodada occidental. Ernesto, que trabajaba como engrasador, me dice “era difícil. Nosotros como somos de piel blanca teníamos una situación algo mejor, pero socialmente nos encontrábamos mucho más unidos a los esclavos negros”.

Desde aquí el viaje continúa por todo Latinoamérica. En el Orinoco, en Venezuela, Ernesto, esta vez en solitario, comienza a trabajar en la industria minera durante un mes, a 500 metros bajo tierra. Es una experiencia muy dura, pero el trabajo físico y la lucha de los mineros le impulsan a continuar con su proyecto social. Y de lo subterráneo pasa al trabajo con los campesinos de los Andes, entre 4000 y 5500 metros de altitud.

Entre Colombia y Perú se une una enfermera, dos vecinos del barrio y un pastor francés. Tomando como punto de regreso Buenos Aires, pasando desde Brasil hasta Rotterdam, en Ámsterdam, y de nuevo a Cantabria. El recorrido no era estático, sino que dependía de las oportunidades que fueran encontrando en su camino, lo importante era cumplir con los tres objetivos que fundamentaban todo el viaje.

Llegaron empapados de esa otra realidad, que Ernesto trató de reflejar en las más de 5000 diapositivas que ilustran este viaje, que, alejadas de la pretensión de servir como recuerdo únicamente, se convierten en un puente solidario, en un elemento educativo y que de ninguna manera puede dejar intactas las conciencias.

Tras este viaje, se realizan muchos otros, algo más organizados. El siguiente viaje que continúa el hilo del primero dura nueve meses, y nuevamente cinco personas, un vehículo y mucha voluntad cruzan Europa para llegar hasta Oriente, pasando por Turquía, Siria, Jordania, Pakistán e Irán, entre otros. De nuevo, se recogen imágenes, fotografías que en España sirven para crear un lazo de sensibilización y potenciación de la idea de que otro mundo es posible. Así, posteriormente, se organizan viajes más cortos y que trataban de colaborar ante problemas concretos, como por ejemplo los niños de la calle en Brasil, el racismo en Sudáfrica, o el Huracán Mitch en Latinoamérica.

Ernesto busca el apoyo de todo aquel que tenga buena voluntad y quiera formarse humanamente. Cree firmemente que la forma de realizarse en la vida es a través del intercambio cultural y social, y que cada uno aportando lo mejor de sí mismo puede aprender y ayudar a que la humanidad sea un poco mejor. Su trabajo aún no ha terminado, sigue desarrollando gestos solidarios, como la presión a los organismos gubernamentales para destinar el 0,7 del PIB a los países desfavorecidos. Todo su trabajo documental está archivado en su casaalbergue de Güemes, llamada “la cabaña del abuelo Peuto” (su abuelo, mi tatarabuelo), el cual se expone parcialmente en el piso inferior, que hace las veces de comedor para peregrinos del camino de Santiago. Ernesto, en el fondo, sigue buscando la comunicación y el contacto con todo tipo de personas a través de la acción directa. Su labor, para él, se engloba en una idea: el aprendizaje en la universidad de la vida donde los maestros son la gente sencilla y la materia los valores humanos.

LO IMPORTANTE DE LA VIDA

Para Ernesto la vida cobra sentido al desarrollar una mentalidad solidaria en la sociedad. El compartir lo que uno es y tiene, como puente de mejora entre los demás y uno mismo, aprender a defenderse por sí mismo con pocas cosas, en contraposición a este mundo que se basa en las posesiones materiales y no en las cualidades humanas. El aprendizaje que más valora es el que le han aportado otras culturas, puesto que le han ayudado a confrontar la sociedad occidental desarrollada, con sus elementos buenos y malos, y respetar todas las formas culturales. Ha descubierto un mundo lleno de belleza, en las gentes, en las costumbres, en la naturaleza, en las manifestaciones artísticas. Su vida representa la construcción de un camino abierto, por el que fluctúan muchísimos otros, que converge y diverge por todo el mundo. Una mano abierta al desarrollo humano y solidario, donde todo el mundo es importante, donde cabe un mundo mejor hecho con voluntad, creatividad e imaginación.


Aquí dejo algunos links sobre noticias relacionadas:
El diario montañés
Europa press
Ojerada

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me alegra que existan personas así

Ludwig von salatus Meer

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