sábado, 19 de septiembre de 2009

Olvidos espaciales

El otro día bajaba por una de las calles de mi barrio, que lleva unos seis meses en obras y por fin han abierto. Ya no hay una plazoleta y dos calles rectas, sino una rotonda, y a todo el mundo le da igual. Realmente la construcción de la rotonda no es un hecho dramático, pero me dio qué pensar. Sucede que se han hecho ciertos cambios en las estructuras de los espacios de mi vida. Y antes de que el cambio suceda al anterior, trato de hacer un ejercicio memorístico profundo, para no olvidarme de cómo era lo que existía antes. Hay un recuerdo que se me ha borrado, y me duele mucho. Unos años antes de que mi abuela muriera, cambiamos la cocina de la casa del pueblo, donde ella vivía. Tenía una cocina que visitó la adolescencia de mi madre, y se hacía muy incómoda (y con demasiados problemas) para una persona mayor. He olvidado por completo como era esa cocina, y para colmo, también todo lo que sucedió en ella. Mi abuela, como casi todas las abuelas, era una gran cocinera, y se dedicaba muchas horas a echarle amor a los platos. Se me ha olvidado una típica imagen de ella, echándole canela al arroz con leche. Y me molesta profundamente. Recuerdo que cuando era niña, que tenía aún más potenciada esta nostalgia de lo que se va, pero que por motivos lógicos de nada sirvió, porque se me olvida todo, iban a cambiarme el suelo de mi habitación. Estuve prácticamente la tarde anterior entera sentada en mi gastado suelo. ¿Qué había en ese suelo que no le gustaba a mis padres? Era un suelo genial. Era el típico suelo de baldosa con motitas, que yo utilizaba para crear formas y figuras y dar rienda suelta a mi imaginación. Antes de que me lo cambiaran, volé entre águilas, rcorrí un frondoso bosque y navegué en un velero. Todo sin moverme de mi cuarto. Ahora, ¿cómo puedo ver todo eso en las vetas de un parqué? Ahora estoy en un momento dramático, porque hace muy poco hemos cambiado los baños de casa, y se me está olvidando cómo eran. Tengo que hacer un esfuerzo memorístico. Sin embargo, estoy orgullosa de haber recuperado en mi memoria cómo era el salón antes de cambiarlo, y eso que fue hace mucho tiempo. También estoy pensando que tengo en casa una amante del bricolaje y de la filosofía ikea, con lo cual mi memoria, ya de por sí no prodigiosa, se ve constantemente ante una prueba cualitativa.
¿Cómo era todo antes de estar yo? ¿Cómo será cuando ya no esté?

2 comentarios:

Xenocrates dijo...

Preocúpate más de las preguntas que atañen a tu propia existencia pues, cuando no estabas, nada podías conocer y, cuando no estés, ese conocimiento nada te importará.

La Bohème dijo...

Principio de la Impermanencia,mi niña,constestaría budisticamente el XIV Dalaï Lama.

Dicho lo cual, cada vez que se me cruza un abuelito caminando a paso lento entre filas de edificios que se comieron la luz del cielo y avenidas rectilíneas que uniformizan las ciudades, se me encoge el alma : ¿cuántas pérdidas paisajísticas, cuántos lugares esfumados que antes fueron bellos y propicios a la convivencia alberga todavía su memoria?

Y hablando de olvidos espaciales ¿qué tipo de recuerdos nítidos o borrosos albergará la mía, si a veces ya ni recuerdo a qué venía, en el cuarto donde acabo de entrar?

Publicar un comentario